martes, 25 de agosto de 2020

"Casa-fantasma"

Atentos a la necesidad de rigurosidad racional y cientifica, surgida de la sugerencia o la necesidad, de potenciales vendederos, adquierentes, entre nuestros lectores, y sin animo de perjudicar una compra venta inmobiliaria, que pueda surgir por las inquietudes de una publicaciòn; Resolvimos, revestir de mayor formalidad, para llevar constancia, y certificar las inquietudes surgidas, sobre "la inexistencia de lo inexistente"
Para ello, nada mejor que una certificacion, sea , de libre deuda, de pago al dia de impuestos provinciales, Municipales, y una certificaciòn notarial que libre de memorias, recuerdos, reencuentros, penas y olvidos, a inmuebles o cosas muebles para ser exhibida.
En principio, notarialmente, pero el escribano, se nos negò, pero luego se mostrò diligente, aunque, perplejo. "Muchachos" "Solo puedo dar fe de aquello constatable, de todo lo clavado, y puesto, en tierra, o en edificaciòn y ante mi vista" me entienden? -dijo explicandose-.
Sin embargo, -agregò- "Si se trata de animas, espiritus, y fantasmas del pasado" bien puedo decir que "No existen" como tambien puedo decir que quizà "si existen"...hizo una pausa, y con la mirada perdida en un punto infinito, agachò la cabeza, como la muerte entre eso de las siete de la tarde y la medianoche de un dia Domingo.
Hicimos un silencio de redimidos. Nos mirò a los ojos.
Y con un frunce que se le instalò en el cejo, el notario nos estacionò su pesada mano en nuestro hombro, "sin embargo", "quedensè tranquilos muchachos" Si Don Carlos no pudo asegurar que no existe, no hubo, ni habrà, ,mas penas ni olvidos; Ustedes no tienen de que preocuparse, no tienen"
Asi, en ese tono en blanco y negro, y hablando en "sanguche", hizo una mueca y sin decir palabra diò media vuelta y se fuè.
Entonces, comprendimos, o nosotros, decidimos creer que eso hicimos.
Mientras se alejaba por un largo pasillo, se mezclaba entre el retumbe de sus pasos graves, y zapatos de mocasìn, llenaban los rincones, y las uniones de los piso de madera centenaria, y el revoque de pintura caido, un vidrio roto el el marco de la ventano, los acordes de una melodia, como de un bandoneón, tal vez Piazzola, o acaso el lamento eco, de un gato al que algùn, distraído, le pisò la cola.
Vaya a saber.


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